Información manipulada y comunicación global
Hemos creado, alimentado y permitido la era digital en la que vivimos. Incluyendo sus buenas intenciones, nuestro mal uso y sus desagradables efectos. Tal vez nosotros, como usuarios, hemos sido negligentes en el uso adecuado de su inmenso potencial y hemos ignorado sistemáticamente cualquier reflexión pertinente sobre sus evidentes inconvenientes. Tal vez nuestra sociedad ha sido miope al no exigir a los creadores de contenidos que desarrollen una ética del bien común antes de lanzarse a hacer crecer vorazmente su base de seguidores. Y tal vez nuestras instituciones gubernamentales, los líderes del pensamiento y los intelectuales académicos han decidido mirar negligentemente hacia otro lado, mientras los gigantes de la tecnología decidían tomar el control total y construir sus monopolios asesinos de la competencia. Sea cual sea la razón ( y no menciono muchas, muchas otras), la conclusión es que la revolución digital que se suponía que iba a fortalecer la democracia dando voz a los que se quedaban relegados, se ha convertido en un escenario para la narrativa extremista, los diálogos imposibles y los abusos constantes. Menuda vergüenza.
La buena noticia es que una parte relevante de la sociedad parece estar despertando y preparándose para afrontar la realidad y liderar el cambio. Últimamente, instituciones, voces reflexivas y expertos de diferentes ámbitos se han puesto de acuerdo: si echamos un vistazo a nuestra era digital, vemos que algo falla.
Reajustar nuestra relación y uso del entorno digital es una necesidad urgente. Tras darnos cuenta de todo lo que estamos perdiendo, tenemos la oportunidad de construir herramientas y procedimientos para combatir la falta de información, la desinformación y la mala información. Debemos exigir a nuestros dirigentes que cambien de táctica y reconsideren el dominio populista del diálogo político. Y debemos reforzar nuestras leyes e instituciones para alentar a la industria tecnológica a proteger la competencia del libre mercado.
De todos modos, ninguna de estas acciones puede hacer tanto para restablecer el brillante potencial de la era digital como la alfabetización digital. Sólo la alfabetización digital puede desencadenar todo lo bueno que se suponía que iba a ocurrir en la era digital.
El panorama digital ha evolucionado a un ritmo acelerado en las últimas dos décadas. Esto supone cambios incomparables en el aspecto tecnológico y cambios sin precedentes en la forma en que su influencia ha crecido para impactar en nuestras sociedades. Me interesa especialmente centrarme en la revisión de la alfabetización digital para debatir la incorporación de nuevas habilidades, pensamientos y acciones necesarias para combatir la distorsión de la información.
Alfabetización digital y comunicación global
El término alfabetización ha adoptado diversas variaciones en las últimas décadas, desde la alfabetización informativa, pasando por la alfabetización digital, hasta la recientemente acuñada alfabetización de datos. Sin intención de abrir un debate sobre la definición concreta de cada una de estas expresiones, es muy evidente que estos conceptos se solapan. Más aún si tenemos en cuenta que la gran mayoría de la información que consumimos se suministra a través de canales digitales en el contexto de una sociedad ” datificada”. Por eso considero que la alfabetización digital se refiere a la antigua idea de la alfabetización informativa, mientras que sigue siendo pertinente incluir las nuevas ideas del entorno de los datos.
El tema de la información manipulada no es nuevo, pero en los últimos tiempos la falta de información, la desinformación y la malinformación han proliferado en un contexto de economía de la atención en línea (”click-bait” se ha convertido en un término común incluso entre las marcas periodísticas consolidadas). Podría pensarse que el problema está reservado a los sitios web radicales que difunden noticias falsas utilizando formatos periodísticos, a los bots trolls automatizados en redes sociales como Twitter o Facebook, o a la suplantación de identidad de celebridades mundiales que respaldan iniciativas dudosas… Pero la realidad es que todos estos elementos no sólo están presentes en los canales gestionados por agentes oscuros. El uso de métodos de manipulación digital se ha generalizado por parte de gobiernos, empresas y personas previamente respetuosas.
Nuevas competencias en comunicación global
Esto significa que las personas deben desarrollar nuevos conocimientos y habilidades. Hasta ahora, el énfasis se ha puesto en las habilidades prácticas básicas para cubrir la necesidad de incluir a los ciudadanos desfavorecidos en la sociedad. Aunque es evidente que este objetivo final debe mantenerse y defenderse, se ha demostrado que no es suficiente para detener los efectos perjudiciales, reforzadores de la desigualdad y manipuladores de la distorsión de la información. Como sociedad, debemos aspirar a desarrollar un conjunto de habilidades proactivas, en las que el individuo no sea un receptor pasivo de información, sino un agente totalmente comprometido con una comprensión profunda y crítica de la economía digital y el ecosistema de los medios de comunicación, con especial atención a la toma de conciencia de su papel en todo el proceso.
El ámbito digital actual permite múltiples fórmulas de participación para cualquier persona. Pero, lamentablemente, la mayoría de nosotros no somos conscientes del potencial de estas fórmulas, ni de las conexiones entre las actividades online y su impacto en el ámbito offline. Desarrollando un conjunto de habilidades proactivas, podríamos descubrir oportunidades para ejercer nuestros derechos (por ejemplo, reclamando una compensación por las malas acciones de una aerolínea durante nuestro último viaje familiar) y contribuir a nuestra comunidad (destacando y explorando colectivamente una posible solución para el problema de seguridad local). Participar activamente en foros en línea, utilizar fuentes de datos abiertas en beneficio de nuestra comunidad, participar en debates sobre la privacidad, compartir procedimientos para comprobar los hechos o crear campañas en línea son algunas de las iniciativas que están al alcance de todos nosotros, pero que muy, muy pocos utilizan.
Como miembros activos de la sociedad, necesitamos entender cómo utilizar las herramientas y recursos digitales para convertirnos en miembros activos de nuestra comunidad, esto incluye tomar conciencia del papel del entorno digital en la construcción y moldeado de la vida social y política, pensar críticamente sobre el valor de la información recibida y reconocer el impacto de terceros y de nuestras propias acciones en este ámbito.
Para lograr todo esto, lo primero que debemos cambiar es nuestra mentalidad respecto a las nuevas competencias necesarias. No podemos seguir pensando en la alfabetización digital en términos de un individuo. No basta con que una persona entienda cómo funciona la economía digital y el sistema de medios de comunicación. Todos debemos ser conscientes de las implicaciones del uso de esos recursos y de las repercusiones en nuestra comunidad en lo que respecta a nuestra interacción. ¿Qué ocurre si comparto este mensaje? ¿A quién beneficia esta información? ¿A quién perjudica? ¿Es completa la información? ¿Es precisa? ¿Cuál será el impacto de esta información en la sociedad? Estas son algunas de las preguntas que debemos incorporar en cada una de nuestras intervenciones. Asumamos la responsabilidad de nuestra propia responsabilidad. No es cuestión de señalar al culpable. Lo somos todos.